«Otra vuelta de tuerca» (The Turn of the Screw), novela corta escrita por Henry James y publicada en 1898, representa una de las obras más enigmáticas y perturbadoras de la literatura anglosajona. A través de una prosa sutil y una estructura narrativa de extraordinaria complejidad, James nos sumerge en un relato gótico sobre dos niños posiblemente poseídos por fantasmas en una aislada mansión inglesa, narrado desde la perspectiva de una joven institutriz cuya confiabilidad narrativa permanece deliberadamente ambigua.
Escrita durante el período victoriano tardío, esta obra emerge en un momento de transición cultural marcado por tensiones entre la racionalidad científica y el resurgimiento del interés por lo sobrenatural, entre la represión victoriana y las emergentes teorías sobre el inconsciente que culminarían en el psicoanálisis freudiano. El relato refleja estas ambivalencias, presentando un mundo donde las certezas se desvanecen y las interpretaciones contradictorias coexisten sin resolución definitiva.
Esta historia trasciende su contexto histórico al abordar cuestiones fundamentales sobre la naturaleza de la realidad y la percepción, la inocencia y la corrupción, la represión psicológica y sexual, y los límites entre lo racional y lo sobrenatural. Con su característico estilo que combina precisión lingüística con calculada ambigüedad narrativa, James creó un texto que funciona simultáneamente como historia de fantasmas tradicional y como estudio psicológico de una mente posiblemente perturbada. Más de un siglo después de su publicación, «Otra vuelta de tuerca» continúa desafiando a lectores y críticos con su resistencia a interpretaciones definitivas, consolidándose como una obra fundacional tanto para la literatura de terror psicológico como para la narrativa modernista que exploraría la subjetividad y la fragmentación de la experiencia humana en el siglo XX.
Resumen
La historia comienza durante una reunión nocturna en Nochebuena, donde un grupo de personas se entretiene contando historias de fantasmas. Uno de los presentes, Douglas, menciona que posee un manuscrito que contiene una historia particularmente perturbadora, escrita por una mujer que fue su institutriz cuarenta años atrás. Después de crear expectación, Douglas envía a buscar el manuscrito a su casa en Londres y, días después, procede a leerlo al grupo.
El manuscrito narra la historia de una joven de veinte años, hija de un párroco rural, que acepta su primer empleo como institutriz en Bly, una gran mansión campestre en Essex. El tutor legal de los niños —un atractivo caballero soltero que vive en Londres— establece una condición particular: ella debe hacerse cargo completamente de los niños y nunca molestarlo con problemas relacionados con ellos. Impresionada por el encanto del caballero y atraída por el generoso salario, la joven acepta.
Al llegar a Bly, la institutriz conoce a la pequeña Flora, una niña de ocho años de extraordinaria belleza, y al ama de llaves, la señora Grose, una mujer amable y servicial. Poco después, el hermano de Flora, Miles, de diez años, regresa a casa tras ser expulsado misteriosamente de su internado. La carta de expulsión no especifica las razones, pero menciona que Miles «no es adecuado» para permanecer en la escuela. Intrigada y preocupada, la institutriz interroga a la señora Grose, quien insiste en que Miles es un niño perfectamente encantador y no puede imaginar qué habría hecho para merecer la expulsión.
La vida en Bly transcurre plácidamente durante las primeras semanas. La institutriz queda cautivada por los niños, especialmente por el carismático Miles, cuya belleza, inteligencia y modales perfectos le parecen casi sobrenaturales. Sin embargo, la atmósfera idílica comienza a enturbiarse cuando, durante un paseo por los jardines, la institutriz avista a un hombre desconocido observándola desde una torre de la mansión. La figura desaparece antes de que otros puedan verla.
Días después, la institutriz vuelve a ver al mismo hombre mirando a través de una ventana, esta vez con una inquietante intensidad. Alarmada, describe al intruso a la señora Grose, quien lo identifica como Peter Quint, el antiguo valet del tutor. La revelación resulta particularmente perturbadora cuando la señora Grose informa a la institutriz que Quint había muerto meses atrás.
Posteriormente, mientras pasea junto al lago con Flora, la institutriz ve a una mujer vestida de negro al otro lado del agua, mirando fijamente hacia ellas. Convencida de que Flora también ha visto a la aparición pero finge no haberlo hecho, la institutriz describe a esta segunda figura a la señora Grose, quien la identifica como Miss Jessel, la anterior institutriz que también falleció en circunstancias misteriosas.
La señora Grose revela gradualmente la inquietante historia de Quint y Miss Jessel: ambos mantuvieron una relación inapropiada mientras trabajaban en Bly y ejercieron una influencia corruptora sobre los niños. Quint, en particular, pasaba tiempo a solas con Miles de manera que la señora Grose consideraba «demasiado libre». La institutriz concluye que los fantasmas han regresado para continuar su maligna influencia sobre los inocentes niños.
Convencida de que Miles y Flora se comunican secretamente con los fantasmas, la institutriz decide protegerlos a toda costa. Observa comportamientos extraños en los niños: susurros nocturnos, miradas cómplices y una madurez inquietante en sus conversaciones. Una noche, descubre a Miles en el jardín a medianoche, mirando hacia el punto donde ella había visto previamente a Quint.
La situación se intensifica cuando la institutriz encuentra a Flora ausente de su cama durante la noche. Al buscarla, descubre a la niña mirando a través de una ventana, aparentemente comunicándose con alguien en el exterior. Aunque Flora niega haber visto algo, la institutriz está cada vez más convencida de que los niños mantienen un pacto de silencio y engaño.
La tensión culmina cuando la institutriz, decidida a forzar una confrontación, aborda directamente a Flora mientras pasean junto al lago. Afirma ver a Miss Jessel al otro lado del agua y exige que Flora reconozca su presencia. La niña reacciona con terror e histeria, negando ver nada y suplicando a la señora Grose que la proteja de la institutriz. La señora Grose se lleva a Flora, quien parece haberse puesto físicamente enferma. Más tarde, le informa a la institutriz que la niña ha comenzado a usar un lenguaje tan terrible que no podría haber aprendido de nadie más que de los fantasmas, confirmando así, en la mente de la institutriz, la corrupción de Flora.
La señora Grose decide llevar a Flora a Londres para reunirse con su tío, dejando a la institutriz a solas con Miles. Determinada a salvar al niño, la institutriz lo confronta directamente, exigiéndole que revele por qué fue expulsado de la escuela. Durante esta intensa conversación, la institutriz ve a Quint aparecer en la ventana. Miles finalmente confiesa que fue expulsado por decir «cosas» a ciertos compañeros que le gustaban, quienes a su vez las repitieron a «aquellos a quienes no les gustaba».
En el clímax de la narración, la institutriz abraza a Miles protectoramente mientras grita que el fantasma de Quint ha regresado. Miles exclama «¿Dónde?» y la institutriz, interpretando esto como una victoria, señala que finalmente el niño ha mencionado el nombre que había evitado hasta entonces. Sin embargo, al mirar a Miles, descubre que el niño ha muerto en sus brazos, posiblemente de terror. La novela concluye ambiguamente, sin aclarar si Miles ha sido liberado de la influencia maligna de Quint o si ha muerto como consecuencia directa de las acciones de la propia institutriz.
La narración regresa brevemente al marco inicial, donde los oyentes de la historia quedan conmocionados y debaten posibles interpretaciones, sin llegar a una conclusión definitiva.
Análisis de Otra vuelta de tuerca
«Otra vuelta de tuerca» trasciende las categorías literarias convencionales para constituir una obra de extraordinaria complejidad interpretativa. La genialidad de James reside precisamente en la perfecta construcción de una ambigüedad estructural que permite al menos dos lecturas radicalmente diferentes pero igualmente sustentadas por el texto.
La interpretación sobrenatural ve la historia como un auténtico relato de fantasmas donde una valiente institutriz lucha contra fuerzas malignas que amenazan a los niños a su cargo. Desde esta perspectiva, los fantasmas de Quint y Miss Jessel son reales, y su objetivo es corromper a Miles y Flora, continuando la influencia perversa que ejercieron en vida.
La interpretación psicológica, por otro lado, sugiere que los fantasmas son proyecciones de la mente perturbada de la institutriz. Desde este enfoque, la joven sexualmente reprimida, romántica e inexperta desarrolla una obsesión enfermiza con sus atractivos pupilos y con el recuerdo del apuesto tío que la contrató. Su frágil psique, sometida al aislamiento de Bly y a la responsabilidad abrumadora sobre los niños, colapsa en alucinaciones paranoicas. Los fantasmas representarían la manifestación de sus propios deseos y temores reprimidos.
Lo extraordinario es que James construye el texto de manera que ambas interpretaciones encuentran evidencia textual para sustentarse, sin que ninguna pueda imponerse definitivamente. Esta ambigüedad calculada convierte la novela en un precursor del modernismo literario, anticipando técnicas narrativas que serían desarrolladas por escritores como Virginia Woolf o William Faulkner.
Temáticamente, la novela explora la tensión entre inocencia y corrupción, particularmente en relación con la infancia. La sociedad victoriana había idealizado a los niños como seres puros e incorruptibles, pero James sugiere una visión más compleja, donde los niños poseen una naturaleza dual: pueden ser tanto angélicos como demoníacos, inocentes y manipuladores simultáneamente. La expulsión de Miles del colegio y las insinuaciones sobre comportamientos «impropios» sugieren una sexualidad precoz que resultaba particularmente perturbadora para los lectores victorianos.
La obra también problematiza la cuestión de la autoridad narrativa y la fiabilidad del narrador. Todo lo que sabemos nos llega filtrado por la percepción de la institutriz, cuya objetividad está constantemente en entredicho. Esta técnica narrativa, donde el lector debe cuestionar continuamente la fiabilidad de quien narra, sería fundamental para el desarrollo de la literatura moderna.
Personajes principales de Otra vuelta de tuerca
La institutriz
Protagonista y narradora principal, joven de veinte años, hija de un párroco rural. Es su primer empleo como institutriz, y está ansiosa por impresionar a su atractivo empleador, por quien siente una evidente atracción romántica. Su personalidad combina idealismo, determinación y posiblemente una imaginación hiperactiva. Su percepción de los eventos constituye el filtro a través del cual conocemos la historia, lo que plantea constantes dudas sobre la fiabilidad de su narración. Su evolución durante el relato —de joven insegura a protectora feroz decidida a «salvar» a los niños— puede interpretarse tanto como heroísmo como obsesión patológica. Representa la ambigüedad central de la novela, encarnando simultáneamente a la posible heroína que lucha contra fuerzas sobrenaturales y a la posible villana cuyas proyecciones psicológicas destruyen a quienes pretende proteger.
Miles
Niño de diez años, hermano de Flora. Descrito como extraordinariamente hermoso, inteligente y encantador, con maneras que parecen impropias de su edad. Su expulsión del internado por razones nunca completamente aclaradas establece el misterio central sobre su naturaleza: ¿es una víctima inocente de influencias malévolas o posee una precocidad perturbadora que sugiere corrupción moral? Su relación con la institutriz es particularmente compleja, oscilando entre momentos de aparente afecto y manipulación sutil. Su muerte ambigua en el clímax de la historia permite múltiples interpretaciones: liberación espiritual, sacrificio trágico o víctima del delirio de la institutriz.
Flora
Niña de ocho años, hermana de Miles. Descrita inicialmente como una criatura de belleza angelical y perfecta compostura. Su comportamiento evoluciona a lo largo de la narración, desde la aparente inocencia hasta episodios de ausencias inexplicadas y posible duplicidad. Su colapso físico y emocional tras la confrontación con la institutriz junto al lago constituye un punto crucial en la narración. Representa tanto la vulnerabilidad infantil ante fuerzas corruptoras como la posible víctima del delirio protector de la institutriz.
Señora Grose
Ama de llaves de Bly, mujer mayor, analfabeta pero sensata y leal. Funciona como confidente de la institutriz y único adulto con quien ésta puede discutir sus sospechas. Su papel es ambivalente: por un lado, confirma la existencia histórica de Quint y Miss Jessel y sus relaciones inapropiadas con los niños; por otro, nunca ve a los fantasmas personalmente. Su evolución desde la incredulidad inicial hasta la aparente aceptación de las teorías de la institutriz puede interpretarse tanto como la gradual revelación de una verdad sobrenatural como el proceso mediante el cual la institutriz la convence de sus propias fantasías. Representa el sentido común práctico que finalmente se ve superado por eventos que escapan a su comprensión.
Personajes secundarios de Otra vuelta de tuerca
Peter Quint
Antiguo valet del tío de los niños, fallecido antes del inicio de la narración principal. Su fantasma (o la alucinación de su fantasma) es la primera aparición sobrenatural que ve la institutriz. Descrito como un hombre atractivo pero de aspecto inquietante, pelirrojo, sin sombrero ni corbata, señales de una transgresión de las convenciones sociales. Según la señora Grose, mantuvo una relación inapropiada con Miss Jessel y ejerció una influencia perjudicial sobre Miles, pasando «demasiado tiempo» a solas con el niño. Representa tanto la posibilidad de una presencia sobrenatural malévola como la proyección de los temores sexuales reprimidos de la institutriz.
Miss Jessel
Anterior institutriz de Bly, también fallecida antes del inicio de la narración principal. Su fantasma (o la alucinación de su fantasma) aparece vestido de negro, sugiriendo luto o condena. Según la señora Grose, mantuvo una relación impropia con Quint y permitió que éste tuviera acceso a los niños. Las circunstancias exactas de su muerte permanecen ambiguas, con insinuaciones de que pudo haber quedado embarazada fuera del matrimonio. Representa tanto la amenaza sobrenatural femenina como la proyección de los temores de la institutriz sobre su propio potencial de «caída» moral.
El tío
Tutor legal de Miles y Flora, elegante caballero londinense que contrata a la institutriz. Aunque solo aparece brevemente al inicio del relato, su presencia se proyecta a lo largo de toda la narración. Su atractivo causa una fuerte impresión en la joven institutriz, y su estipulación de no ser molestado bajo ninguna circunstancia establece la situación de aislamiento y responsabilidad total que propicia los eventos posteriores. Representa la autoridad patriarcal distante y la posible causa del enamoramiento no correspondido de la institutriz, que según algunas interpretaciones psicológicas subyace a su desorden mental.
Douglas
Narrador secundario que introduce el manuscrito de la institutriz al grupo reunido para contar historias de fantasmas. Su relación con la ya fallecida institutriz permanece ambigua, con insinuaciones de que pudo haber estado enamorado de ella, lo que potencialmente colorea su presentación de la historia. Representa la función del marco narrativo que añade otra capa de distanciamiento y posible distorsión a los eventos relatados.
El narrador anónimo
Figura que transcribe la historia tal como la cuenta Douglas y que proporciona el marco narrativo más exterior. Su presencia añade otra capa de mediación entre los eventos y el lector, subrayando la naturaleza construida y potencialmente poco fiable de toda la narración.
Luke
Sirviente apenas mencionado cuya presencia refuerza la idea de que Bly es una casa habitada por diverso personal, lo que contrasta con la sensación de aislamiento que experimenta la institutriz.
El director del colegio
Figura ausente pero importante, responsable de la expulsión de Miles. Su carta críptica, que no especifica los motivos exactos de la expulsión, cataliza parte de la ansiedad de la institutriz y alimenta sus sospechas sobre una posible corrupción del niño.
Elementos simbólicos importantes
Bly House
La mansión aislada funciona simultáneamente como espacio físico y psicológico. Su arquitectura laberíntica, con numerosas habitaciones, torres y corredores, simboliza tanto los recovecos de la mente perturbada de la institutriz como un espacio liminal donde lo sobrenatural puede manifestarse. Sus ventanas, desde donde a menudo aparecen los fantasmas, representan el umbral entre el mundo exterior e interior, entre la realidad y la imaginación.
El lago
Espacio liminal por excelencia, donde ocurren algunos de los eventos más significativos. Su superficie reflectante simboliza la duplicidad y las apariencias engañosas, mientras que su profundidad sugiere el inconsciente y los secretos sumergidos. La aparición de Miss Jessel al otro lado del lago y la posterior crisis de Flora en este mismo espacio subrayan su importancia simbólica como frontera entre mundos.
La torre
Lugar de la primera aparición de Quint, tradicionalmente asociado con el aislamiento y la perspectiva elevada. En la literatura gótica, las torres frecuentemente simbolizan tanto el poder patriarcal como el encarcelamiento femenino. La visión del fantasma desde este espacio elevado sugiere la transgresión de límites tanto físicos como metafísicos.
La escuela
Aunque nunca vista directamente, la institución de donde Miles ha sido expulsado proyecta una sombra significativa sobre la narración. Representa el orden social y moral victoriano que aparentemente ha sido transgredido por el comportamiento del niño. La naturaleza exacta de esta transgresión, nunca completamente aclarada, constituye uno de los misterios centrales que permiten múltiples interpretaciones.
Las cartas no enviadas
Las cartas que la institutriz escribe al tío pero nunca envía simbolizan la comunicación interrumpida y la imposibilidad de articular completamente la experiencia perturbadora que está viviendo. Representan también su creciente aislamiento y la asunción de una autoridad que originalmente no le corresponde.
Frases célebres de Otra vuelta de tuerca
- «Estaba segura, como nunca lo había estado, de que debía tratar de extinguir los recuerdos, de no tener más visiones, de romper por completo con lo sobrenatural.»
- «Sentí que mi equilibrio dependía de la libertad de mis acciones.»
- «Si un niño da otra vuelta a la tuerca, ¿Qué diría usted?»
- «El lugar, con su gris tranquilidad, su penetrante serenidad, ofrecía pocos fundamentos para que allí acechase el mal.»
- Se dieron varias vueltas de tuerca a la historia cuando alguien comentó que sentía una especial lástima por el primer testigo de los hechos.»
- «No tardé en comprender, en efecto, que había llegado a un lugar extraño, donde las cosas acontecían, y donde muchas cosas habían ocurrido ya, cosas tan enigmáticas como extraordinarias.»
- «La única forma de ayudarle era mostrarle que yo no tenía miedo.»
- «Me pareció extraordinario que mi verdadera prueba comenzara con una completa falta de evidencia.»
- «No soy tan fácilmente aterrorizada, y he resistido muchas cosas extrañas.»
- «Los niños son fantasmas naturales, fantasmas de impresión y recuerdo, que rondan las casas donde sus inocencias fueron escenificadas.»
- «Si los niños son vulnerables, lo son menos ante lo que tememos por ellos que ante lo que sabemos.»»Corrió una extraña y fría corriente de aire por todo el lugar. Era como si, durante un instante, hubiera establecido comunicación con lo desconocido.»
- «Las mujeres sienten asuntos como este cuando los hombres de alma grosera no pueden ni siquiera sospechar su existencia.»
- «Me di cuenta de que no tenía otra elección que encontrar una teoría que se ajustara a los hechos, fuera esta teoría agradable o no.