«El pabellón número 6», relato escrito por Antón Chéjov y publicado en 1892, representa una de las obras más penetrantes y perturbadoras de la literatura rusa del siglo XIX. A través de una prosa sobria y precisa, Chéjov nos sumerge en la vida de un pequeño hospital provincial, centrándose en la inquietante relación entre el doctor Andréi Yefímich Raguin y un paciente recluido en el pabellón psiquiátrico, para construir una devastadora parábola sobre la indiferencia, la complicidad con el mal y los mecanismos de poder institucional.
Escrita en los últimos años del Imperio zarista, esta obra emerge como una crítica mordaz a la sociedad rusa finisecular, caracterizada por la apatía intelectual, el estancamiento burocrático y el abandono de los más vulnerables. El relato refleja algunas de las preocupaciones fundamentales de Chéjov como médico y escritor: la dignidad humana frente al sufrimiento, la responsabilidad moral de los intelectuales, y el impacto destructivo de las instituciones deshumanizadas sobre individuos tanto dentro como fuera de ellas.
Esta historia trasciende su contexto histórico al abordar cuestiones universales sobre la naturaleza del poder, la locura y la cordura, las justificaciones filosóficas de la inacción moral, y los sutiles mecanismos mediante los cuales una persona puede convertirse en cómplice de un sistema opresivo que eventualmente lo devorará. Con su característico estilo que combina la observación detallada con una profunda comprensión psicológica, Chéjov creó una obra que funciona simultáneamente como retrato social, estudio de carácter y reflexión filosófica. Más de un siglo después de su publicación, «El pabellón número 6» continúa siendo una poderosa advertencia sobre cómo la pasividad intelectual y la aceptación resignada del mal pueden conducir a la propia destrucción moral y física, consolidándose como uno de los análisis más lúcidos de la condición humana frente a las instituciones opresivas.
Resumen
La historia se desarrolla en un pequeño hospital provincial en la Rusia zarista de finales del siglo XIX. El relato comienza describiendo el decrépito pabellón número 6, una pequeña edificación anexa al hospital principal destinada a los enfermos mentales. Este pabellón, descrito como «una pocilga», alberga a cinco internos en condiciones deplorables: suciedad, hambre, maltrato físico y absoluta falta de atención médica. El único personal asignado es Nikita, un brutal guardia que no duda en golpear a los pacientes.
El director del hospital es el doctor Andréi Yefímich Raguin, un médico de unos cuarenta y tantos años que inicialmente llegó al hospital con ideales de servicio, pero que tras veinte años ha caído en una profunda apatía e indiferencia profesional. Ha abandonado prácticamente sus responsabilidades médicas, dedicándose a leer libros de filosofía e historia en su apartamento y a mantener conversaciones con su único amigo, el jefe de correos Mijaíl Averiánich. Para justificar su inacción frente al sufrimiento, Raguin ha desarrollado una filosofía estoica: cree que el dolor es inherente a la condición humana y que cualquier esfuerzo por aliviarlo es fútil.
Movido por la curiosidad, Raguin comienza a visitar el pabellón número 6, donde conoce a Iván Dmítrich Gromov, un paciente relativamente joven, antiguo ujier de juzgado. Gromov es un hombre cultivado que sufre de manía persecutoria: está convencido de que en cualquier momento será arrestado y condenado por un crimen que no ha cometido. A pesar de su paranoia, Gromov mantiene una mente lúcida y crítica, capaz de articular profundas observaciones sobre la sociedad y la condición humana.
Raguin, intelectualmente estimulado por las conversaciones con Gromov, comienza a visitarlo regularmente. Durante sus diálogos, Gromov critica ferozmente la postura pasiva y resignada del doctor. Le acusa de justificar su cobardía moral con filosofías abstractas, mientras permite que seres humanos sufran en condiciones inhumanas bajo su responsabilidad. Gromov argumenta que la verdadera nobleza humana está en la lucha contra el sufrimiento, no en la aceptación resignada del mismo. Estas conversaciones afectan profundamente a Raguin, aunque inicialmente se resiste a aceptar tales críticas.
Mientras tanto, la relación inusual entre el doctor y el paciente comienza a generar rumores en el pequeño pueblo. Mijaíl Averiánich intenta advertir a su amigo sobre el daño que estas visitas están causando a su reputación, pero Raguin lo ignora. El asistente del hospital, el joven doctor Jóbotov, ambicioso y mediocre, conspira con el administrador del hospital para deshacerse de Raguin, presentándolo como mentalmente inestable ante las autoridades locales.
Tras una evaluación superficial realizada por médicos de otra ciudad (incluyendo a su antiguo compañero de estudios, el doctor Shebek), Raguin es destituido de su cargo y reemplazado por Jóbotov. Privado de su posición, su salario y su apartamento, Raguin se ve obligado a alquilar una habitación modesta en la ciudad. Mijaíl Averiánich, sintiendo lástima por él, le propone un viaje a Moscú y otras ciudades para distraerlo, pero la excursión resulta un desastre. El comportamiento excéntrico de Raguin avergüenza a su amigo, quien finalmente lo abandona.
Al regresar al pueblo, Raguin, ahora completamente empobrecido y aislado, es víctima de una cruel trampa. Jóbotov lo invita al hospital con el pretexto de una consulta profesional, pero en realidad lo conduce al pabellón número 6, donde lo interna como paciente. Raguin comprende demasiado tarde lo que está sucediendo y se encuentra repentinamente al otro lado de la línea que separa a médicos de pacientes, a los «cuerdos» de los «locos», a los que tienen poder de los que lo padecen.
En el pabellón, Raguin experimenta en carne propia todos los horrores que durante años había observado con indiferencia filosófica: los golpes de Nikita, la suciedad, el olor nauseabundo, la humillación y la pérdida total de libertad y dignidad. Gromov, ahora su compañero de reclusión, se burla amargamente de su situación, señalando la ironía de que quien había justificado el sufrimiento ajeno con discursos filosóficos ahora debe enfrentarse personalmente a ese mismo sufrimiento.
La experiencia resulta insoportable para Raguin. Tras un intento fallido de escape que termina con una brutal paliza por parte de Nikita, sufre un ataque de apoplejía (un derrame cerebral). En sus últimos momentos de consciencia, mirando por la reja de la ventana, tiene una visión de un rebaño de ciervos corriendo libremente, bellísimos y elegantes. Al día siguiente, Nikita lo encuentra muerto.
El relato concluye con el entierro de Raguin, oficiado por Mijaíl Averiánich, mientras la vida en el hospital y el pueblo continúa sin cambios significativos. La muerte del doctor, como su vida, pasa sin causar mayor impacto en el sistema que finalmente lo destruyó.
Análisis de El pabellón número 6
«El pabellón número 6» trasciende el simple retrato de un hospital provincial para convertirse en una profunda parábola sobre el poder, la responsabilidad moral y las devastadoras consecuencias de la indiferencia. A través de la caída del doctor Raguin, Chéjov explora cómo el distanciamiento intelectual puede funcionar como mecanismo de evasión moral, permitiendo a los individuos reconciliarse con realidades intolerables mediante justificaciones filosóficas.
La novela puede interpretarse como una alegoría política de la Rusia zarista, donde el pabellón representa a la sociedad rusa: un espacio cerrado, controlado por la violencia arbitraria (Nikita), dirigido nominalmente por una autoridad indiferente y paralizada (Raguin), que eventualmente devora incluso a quienes creen estar protegidos por su posición. La crítica social de Chéjov apunta tanto a la brutalidad del sistema como a la complicidad de los intelectuales que, mediante su inacción, sostienen ese mismo sistema.
Filosóficamente, la obra examina el conflicto entre diferentes respuestas al sufrimiento: la resignación estoica de Raguin frente al idealismo rebelde de Gromov. Chéjov sugiere que ambas posiciones tienen limitaciones: la aceptación pasiva puede convertirse en complicidad con el mal, mientras que la rebeldía sin dirección práctica puede conducir a la impotencia y la locura. La verdadera sabiduría, parece sugerir Chéjov, requiere tanto la conciencia crítica como la acción concreta.
Desde una perspectiva psicológica, la obra explora magistralmente la difusa frontera entre cordura y locura. Gromov, clasificado como «loco», a menudo parece más lúcido que quienes lo rodean, mientras que la «cordura» de Raguin se revela como una forma de ceguera moral. Chéjov cuestiona los criterios que definen la salud mental, sugiriendo que estos a menudo reflejan más estructuras de poder que realidades médicas objetivas.
Personajes principales de El pabellón número 6
Andréi Yefímich Raguin
Protagonista, médico de unos cuarenta y tantos años, director del hospital provincial durante veinte años. Hombre culto e inteligente que ha caído en una profunda apatía profesional. Justifica su inacción ante el sufrimiento con una filosofía de resignación estoica. Su evolución durante el relato —de observador distante a víctima del sistema que permitió perpetuar— constituye el arco narrativo central. Representa al intelectual ruso alienado, capaz de brillantes análisis teóricos pero moralmente paralizado ante las injusticias concretas.
Iván Dmítrich Gromov
Paciente del pabellón psiquiátrico, antiguo ujier de juzgado de unos treinta y tres años. Sufre de manía persecutoria pero mantiene una inteligencia aguda y una conciencia moral intacta. Su crítica incisiva a la pasividad de Raguin y su defensa apasionada de la dignidad humana lo convierten en el contrapunto moral e intelectual del doctor. Representa la conciencia crítica que, en el contexto represivo de la Rusia zarista, a menudo era catalogada como forma de locura.
Nikita
Guardián del pabellón psiquiátrico, antiguo soldado. Brutal, despiadado y alcoholizado, ejerce un poder absoluto y arbitrario sobre los pacientes. Simboliza la violencia directa del Estado ruso y la crueldad institucionalizada. Su figura simple pero aterradora ilustra cómo los sistemas opresivos dependen de ejecutores que, sin cuestionamientos morales, implementan la violencia necesaria para mantener el orden establecido.
Personajes secundarios de El pabellón número 6
Mijaíl Averiánich
Jefe de correos y único amigo de Raguin. Representa la mediocridad provinciana satisfecha con las convenciones sociales. Su amistad con Raguin se basa más en la costumbre y la conveniencia que en una verdadera conexión. Su abandono del doctor en el momento de necesidad revela la superficialidad de los vínculos sociales en esta sociedad. Tras la muerte de Raguin, mantiene su reputación como «buen amigo» pese a su evidente traición.
Evgueni Jóbotov
Joven médico asistente que reemplaza a Raguin como director del hospital. Ambicioso, mediocre e intrigante, conspira activamente para deshacerse de su superior. Representa la nueva generación burocrática, desprovista tanto de los ideales iniciales como de la cultura intelectual de Raguin, pero perfectamente adaptada para prosperar en un sistema corrupto. Su traición final, al internar a Raguin en el pabellón, ilustra cómo el sistema premia la crueldad oportunista.
Seriozha
Ordenanza del hospital, joven simple que sirve a Raguin. Su lealtad básica contrasta con la sofisticada traición de las figuras más educadas. Aunque incapaz de comprender plenamente la situación, es uno de los pocos que muestra genuina preocupación por el bienestar del doctor.
Dariushka
Anciana sirvienta de Raguin. Personaje marginal que simboliza la servidumbre femenina en la sociedad rusa tradicional. Su devoción incondicional, pese al trato indiferente que recibe, ilustra la normalización de las relaciones desiguales en todos los niveles sociales.
Moiséika
Paciente judío del pabellón, descrito como «idiota». Su única obsesión es mendigar alguna copeca para poder tomar té. Personaje trágico que ejemplifica a las víctimas más desprotegidas del sistema, invisibilizadas incluso dentro del espacio marginal del manicomio. Su muerte, apenas notada, simboliza la deshumanización extrema.
Doctor Shebek
Antiguo compañero de estudios de Raguin que participa en la comisión médica que lo destituye. Su indiferencia profesional hacia el destino de un colega ilustra cómo la solidaridad gremial se disuelve ante consideraciones políticas y de conveniencia.
Semión Lazárich
Judío convertido al cristianismo que ejerce como practicante en el hospital al inicio del relato. Su caricaturización por parte de Raguin muestra los prejuicios antisemitas normalizados en la sociedad rusa de la época.
Mijaíl Averiánich Jóbotov
Administrador del hospital que conspira con el joven doctor Jóbotov para destituir a Raguin. Representa la burocracia administrativa interesada principalmente en mantener las apariencias y el control, sin preocupación real por el bienestar de los pacientes.
Pacientes anónimos del pabellón
Además de Gromov y Moiséika, el pabellón alberga a otros tres internos que reciben escasa caracterización: un antiguo clasificador de correos, un campesino comedor de botas y un noble arruinado. Estos personajes esquemáticos representan diferentes clases sociales unificadas por su condición de excluidos y abandonados por el sistema.
Elementos simbólicos importantes
El pabellón número 6
Espacio físico que funciona como microcosmos de la Rusia zarista: una estructura decadente, abandonada por quienes deberían velar por ella, donde los débiles son sometidos a la arbitrariedad brutal, mientras los responsables teorizan sobre la inevitabilidad del sufrimiento. Su aislamiento del hospital principal simboliza la marginación de los problemas sociales más incómodos.
La reja de la ventana
Barrera física que separa la libertad del encierro, pero también frontera simbólica entre diferentes posiciones sociales. Cuando Raguin la observa desde fuera, representa una distancia que él cree infranqueable; cuando la contempla desde dentro, se convierte en símbolo de su propia trampa existencial.
Los libros
Presentes constantemente en la vida de Raguin, representan tanto el refugio intelectual como el mecanismo de evasión moral. Simbolizan la cultura que, desconectada de la acción, puede convertirse en justificación para la indiferencia. Su inutilidad en el momento crítico subraya las limitaciones del conocimiento puramente teórico.
La visión de los ciervos
Alucinación final de Raguin antes de morir, representa la libertad y belleza natural que ha estado ausente en el espacio institucional deshumanizado. Esta visión poética en medio del horror sugiere la persistencia del anhelo de trascendencia incluso en las circunstancias más degradantes.
La ciudad provincial sin nombre
El entorno anónimo donde transcurre la acción simboliza la universalidad de la situación descrita: no es un problema localizado sino una condición generalizada en la Rusia zarista. La falta de nombre sugiere también el estancamiento histórico, un lugar fuera del progreso y el cambio.
Frases célebres de El pabellón número 6
- «Si las cerraduras y los gruesos muros son una protección para los malvados, son también un castigo para los honrados.»
- «No existe filosofía capaz de persuadir a una gota de que no debe temer a la evaporación. Y no importa si uno es sensato o necio, culto o analfabeto; cuando uno teme por su propia vida, ese miedo supera todos los razonamientos.»
- «El dolor es una sensación tal como el placer, y por este motivo no puede ser considerado como algo al margen de la vida.»
- «La satisfacción animal, la comodidad vulgar y una conciencia tranquila son los únicos elementos con los que puede conformarse el hombre débil, insignificante y mediocre que usted es.»
- «A un sabio le basta con la luz que proviene de su interior.»
- «Todo hombre honrado debe estar prisionero. No todos los reclusos son delincuentes, igual que no todos los que andan sueltos son virtuosos.»
- «La indiferencia es una forma de parálisis del alma, una muerte prematura.»
- «Le diré con franqueza que no respeto a nuestros médicos. La mayoría de ellos, por no hablar de todos, consiste en individuos que impresionan por su grosería, su presunción y su mala educación.»
- «La falta de libertad en cualquier ámbito solo puede ser terrible para un individuo con voluntad activa; sin embargo, un hombre que se ha acostumbrado a vivir sin voluntad, como usted, no notará la diferencia.»
- «No es posible que una mente honrada, acostumbrada a reflexionar, permanezca en paz cuando todo a su alrededor está basado en la crueldad, la mentira y la degradación.»
- «Lo verdaderamente inteligente está tan cerca de lo considerado locura, que un tabique muy delgado separa un estado del otro.»